Dejar la tierra gaucha me lleno de nostalgia, deje atrás grandes personas que quedaran en mis recuerdos y los cuales espero volverlos a ver, pero también tenía ya unas ganas enormes de ver a los míos, de volver a mi país, y no con el afán de contarles que viví en tierras gauchas, si no para hacerlos parte de eso nuevo que quiero que sientan, de contarles que lejos de donde vivo tenemos hermanos de pintura, que están trabajando por un mundo mejor y esto a mi me lleno, llegue con ganas de amar más, de hacer, de trabajar, de decirles que no estamos solos y que nuestro pueblo necesita de nosotros.
Mi primera parada al llegar a Colombia fue la “socialización de la beca” un espacio que debía cumplir, era ir a la universidad y mostrar mi trabajo, pero al igual que en el conversatorio que hice en argentina inicie la charla diciendo “no vengo a centrarme en que vean lo que pinte, vengo a hablar de que tanto encontré y se los quiero compartir” fue una o dos horas hablando de política, del papel del arte en la sociedad, de nuestros derechos y sobre todo de la igualdad, y creo que lo entendieron, creo que los estudiantes captaron la idea, porque las preguntas en el tiempo de conversatorio rondaron hacia lo político y no hacia lo estético, tal como quería, tal como lo imagine.
De todos modos, querían que ellos, los estudiantes de la universidad en la cual expuse mi socialización, sintieran ese poder de tener un aerosol y rayar una pared, es por eso que después de una larga discusión salimos a tomarnos un espacio para pintar y ser felices.
La palabra que nos encontró, que ellos mismo buscaron y pintaron fue “vida”, muy coherente con lo planteado, VIDA, ¡pensé!, como la que tenemos, como la que damos, como la que perdemos, simplemente la definición de todo, el cierre del circulo, el volver a casa.
